La alimentación de las tortugas marinas es variada, dependiendo de cada especie; dentro de cada una, la dieta sufre cambios a lo largo de su desarrollo. Por lo general, la primera fase oceánica de las crías, arrastradas por las corrientes, determina una alimentación principalmente omnívora en superficie. Cuando alcanzan un tamaño mayor, ya como juveniles o sub-adultos, se desplazan a zonas de alimentación, generalmente en áreas poco profundas próximas a las costas (áreas de plataforma continental o hábitats neríticos), donde la abundancia de alimento es mayor.
La tortuga laúd presenta una dieta basada principalmente en el consumo de medusas, que puede estar complementada por crustáceos, calamares o algas. La tortuga verde es principalmente herbívora-omnívora, consumiendo plantas y algas en praderas submarinas, así como ascidias, moluscos, crustáceos y equinodermos. La tortuga carey se alimenta principalmente de esponjas, ascidias, moluscos y otros invertebrados en zonas rocosas, de arrecife o de manglar, mientras que la tortuga de Kemp consume predominantemente cangrejos. Por su parte, la tortuga boba presenta una dieta carnívora-omnívora, consumiendo desde crustáceos, salpas y moluscos hasta peces, medusas y esponjas.